Birdman, o la desesperada invasión del ego.

Vaya por delante que esto no pretende ser una crítica de la película triunfadora en la gala de los Oscar, porque para empezar no dispongo de los conocimientos suficientes como para erigirme en ese aspecto ni soy lo suficientemente cinéfila como para tener una opinión técnica bien fundamentada al respecto. Pero si me atrevo hoy a hablar de Birdman es porque es una película que me dejó pensando desde que este fin de semana la vi. En otras palabras, me hizo reflexionar.

Reflexionar acerca de la vida, de las cimas y los infiernos, del camino, del éxito efímero o la constancia, de la suerte, del momento adecuado, del lugar correcto. Me hizo pensar acerca de la condición humana y todo lo que ello envuelve. Y pensé en el ego.

El ego que nos salva de tantos batacazos, que nos levanta el ánimo, que nos protege. Y que nos esclaviza. Porque el ego mal gestionado puede ser el peor de tus enemigos. El que te ciega y te agarrota, el que no te deja avanzar. El mismo ego que puede significar seguridad y empuje es todo lo contrario en su exceso. Está bien tener autoestima, saber valorar lo que vales y no olvidar lo que mereces. Es bueno ponerse metas y creérselo. Esa especie de orgullo saludable en su justa medida. Pero qué delgada es la línea que separa lo justo de lo tirano.

Ese ego narcisista, irrespetuoso, déspota. El ego malicioso hijo de la envidia y la inseguridad, del quiero pero no puedo. Esos egos disfrazados de fanfarronería son los más peligrosos. Porque no son egos consecuentes y razonables, sino egos tambaleantes que se nutren de likes y piropos virtuales. De falsedad.

Birdman mantiene una lucha constante con el vacío existencial, con la crisis de la caída, con la necesidad de recuperar la gloria que un día fue. Es la lucha interna del ego en todos sus sentidos. Es la humanidad de la duda, es aferrarse al clavo ardiendo y tirar de ego cuando ya no hay de donde tirar. Es la destrucción y el resurgimiento. Es un constante juego de Ave Fénix mental.

Y si me dejó pensando durante varias horas, más allá de lo mejor o peor ejecutado que esté el film, de si le faltan o le sobran 15 minutos, de si la trama se estanca o es puro movimiento, me quedé pensando que tal y como dijo su director, González Iñárritu, «todos somos Birdman». O por lo menos, todos tenemos algo de él.

Autor: Cristina CG

(De)formación periodista, me cubro y descubro según las circunstancias. Acumulo vivencias y archivo recuerdos. Tropiezo, caigo, escribo y me levanto. CRISTINA CG.

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