Filtros, poses y mentiras.

482583_538763789491932_844308697_nAhora que está de moda esta especie de positivismo enmascarado me pregunto ¿es necesario recordarnos en agendas, imanes y tazas que la vida es maravillosa? ¿De verdad? Yo creo que no. Me parece, además de fingido, inquietante que adoptemos esta corriente de optimismo forzado y pseudomotivacional en la que estamos cada vez más sumergidos como estilo de vida único e inalterable.

Porque es una auténtica mentira. Y puedo parecer muy grinch con tal afirmación pero es que lo que empezó siendo algo coqueto, divertido, mono, se ha convertido casi en una religión. No niego que ciertos mensajes te llegan a sacar una sonrisa, o que incluso tengas la tentación de completar aquel cuaderno que invita a plasmar tus sueños imposibles, o a ponerle marcas de colores al mapamundi que hemos recorrido juntos, esperando lo que vendrá. Pero eso de empapelar tus paredes con vinilos para que te ayuden a ponerte en pie cada mañana o perfumar tu casa con velas que huelen a nuestro primer beso me parece puro artificio… ¿¿A qué huele nuestro primer beso??

Me dan miedo las apariencias, no confío en ellas. Y menos en estos tiempos virtuales donde reina el postureo y el Photoshop. Donde nada es real aunque así nos lo vendan, donde los filtros no son simplemente un producto de Instagram sino una coraza que nos aleja de lo auténtico para crear y recrear un mundo happyflower mentiroso y vacío que paradójicamente tratamos de llenar con likes y atenciones desconocidas.

Es cierto, somos lo que pensamos y somos responsables de qué nos afecta y qué no, de cómo gestionamos las emociones y cómo actuamos ante ellas aunque a veces nos ganen las vísceras y caigamos en los mismos errores. ¡Y está bien! Caemos porque somos humanos, no somos ese copy-paste de frases manidas y azucaradas que circulan por ahí. Somos un manojo confuso de pensamientos buenos y malos, risas y llantos, debilidades y fortalezas.

Y por eso me cansa esta especie de halo de buenrollismo que trata de imperar entre esta juventud despreocupada y egoísta que somos. Porque en definitiva si tengo un día de mierda lo quiero disfrutar, lo quiero rasgar y lo quiero llorar. Me quiero enfadar, quiero ser borde, me quiero callar. O quiero explotar, te lo quiero gritar. Es mi día de mierda y tengo derecho a él. Sin sucedáneos ni tiritas que oculten las heridas, porque eso nunca curó.

Igualmente, sin tapaderas de ningún tipo, mañana me reiré de hoy y lo haré de verdad. Porque mis enfados son tan auténticos como mis perdones, mis reconciliaciones, mis alegrías y mis emociones. No necesito mostrarle al mundo que todo va bien para creer que va bien, ni que mi vida es una fiesta continua para que me envidien esos ‘pringaos’, que seguro tienen una vida más interesante que yo. Que soy feliz los lunes a las 7 de la mañana igual que los viernes a las 10 de la noche, porque soy pura adrenalina. Que no flaqueo porque emano optimismo por cada poro de mi piel y que cada día alineo mis chakras para irradiar energía positiva. Que parezco de goma haciendo yoga con suma facilidad y que puedo merendar cupcakes cada tarde sin que la báscula se resienta, y además presumir de ello en las redes sociales.

Porque eso son puras patrañas. Ni todo está siempre bien ni lo nuestro es una fiesta sin fin, porque también somos esos ‘pringaos’ de mundo interior. Que a las 7 de la mañana todos tenemos legañas y a las 10 de la noche muchos arrastramos ojeras. Que el optimismo a veces no basta porque la vida cuando pega, pega duro y muy real. Que mis chakras están más descentrados que yo y mi energía va y viene según mi ciclo menstrual. Que el yoga me desgarra los músculos con sólo verlo de lejos y que no puedo merendar lo que se me antoje cada día si quiero seguir entrando por las puertas. Y si lo hago luego me tengo que matar a correr, sin estilo y sin nada, porque yo cuando corro sudo y se me revolucionan los pelos de la coleta, así que lo último que me apetece es tomarme fotos. Pero oye, dicen que es igualmente efectivo hacerlo así, sin que nadie lo sepa.

Al fin y al cabo esa es la realidad del día a día, de la vida que tenemos que vivir absolutamente despeinados. Disfrutando de sus más y sus menos, pero siempre con la verdad de quienes somos, y la certeza, escrita en las palmas de las manos. Porque a mí eso del color rosa me aburre y la felicidad encapsulada me aterra. Por eso reivindico los días de mierda y el derecho a la pataleta, a la lluvia que fastidia y al tráfico que desgasta. No me gusta ponerle filtros ni retoques a las sonrisas, ni tampoco a las lágrimas. Así sabrán que cuando lloro es porque padezco, y cuando río soy puro gozo.

Autor: Cristina CG

(De)formación periodista, me cubro y descubro según las circunstancias. Acumulo vivencias y archivo recuerdos. Tropiezo, caigo, escribo y me levanto. CRISTINA CG.

10 opiniones en “Filtros, poses y mentiras.”

  1. Este positivismo falso del que hablas tambien se nota claramente en las redes sociales con esa avalancha de selfies ridiculos y frases motivacionales que aparecen en todos los muros…es una forma de aparentar una falsa felicidad por gente que no quiere hacerle frente a sus problemas y a los de la sociedad como tal. Está bien una foto y una frasesita de vez en cuando, pero todos los días es algo enfermo… Yo me considero un grinch, esas actitudes me irritan.

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