Vergüenza. Indignación. Rabia. Pena. Asco…Todo ello concentrado en el escaso minuto que duran las crueles imágenes que esta semana le robaron protagonismo al fútbol y que me dejaron completamente en shock, como a la mayoría de personas civilizadas.
No se puede decir lo mismo de los indeseables que el martes pasado se mofaron sin compasión de un grupo de rumanas que pedía limosna en la Plaza Mayor de Madrid, lugar por excelencia de encuentro entre turistas y capitalinos. Lugar que se convirtió tristemente en el centro de la humillación mundial por parte de un grupo de hinchas del PSV Eindhoven que aterrizaron en la ciudad no sé bien si para animar a su equipo que se enfrentaba al Atlético o para dar rienda suelta a sus más bajos instintos amparados en la cerveza y la impunidad que la multitud siempre concede.
Nadie a estas alturas creo que ignore lo sucedido cuando esos supuestos aficionados al fútbol se dedicaron a lanzar monedas al suelo para que las mujeres se pelearan por el botín al compás de unos «olés» que jaleaban sin gracia el toreo al mendigo. Un botín, por otro lado, compuesto por céntimos de cobre y algún billete quemado con asquerosa altanería a cambio de bailes, flexiones y mofas. El incidente, o mejor dicho la inhumanidad, terminó cuando la policía se llevó a las mujeres de la plaza y escoltó a los aficionados hasta las cercanías del Estadio Vicente Calderón. Curiosa solución.
Al día siguiente en Barcelona se disputó otro encuentro de Champions entre el club azulgrana y el Arsenal inglés. Algunos hinchas gunners decidieron emular lo acontecido en Madrid burlándose de un indigente con discapacidad física que suele pedir limosna por la Plaza Real catalana. Aunque no llegaron a tanto, los actos son igualmente condenables.
Como lo son los que se produjeron el jueves antes del partido de Europa League que enfrentó a la Lazio de Roma y al Sparta de Praga en la capital italiana. No sé si intentando hacerla mayor o por querer ganar un absurdo protagonismo, un grupo de seguidores checos acorraló a otra mujer que mendigaba sentada en el suelo para terminar orinando sobre ella. Al verlo quise vomitar.
Y me pregunto qué nos está pasando. Hacia dónde vamos. Qué es lo que nos genera tanto odio, tanto rechazo al otro, tanta vejación, tanto dolor. Qué sociedad tan enferma estamos permitiendo o creando. Cómo es posible que en un mundo cada vez más destinado a la globalización exista más racismo y se levanten más fronteras. A qué tenemos miedo. Qué intentamos proteger con estos ataques. ¿O es una cuestión de sin razón? Actos vandálicos que ya no se conforman con destrozar el mobiliario urbano de ciudades ajenas sino que la toman con los más indefensos. ¿Es la eterna guerra del fuerte contra el débil? Me recuerda a aquella teoría del filósofo Thomas Hobbes que defendía que el «hombre es un lobo para el hombre», ¿es la propia naturaleza del ser humano mantenerse en constante competición en una guerra de todos contra todos sin dudas morales?
Viendo lo ocurrido en tan sólo tres días en un ambiente que debería ser deportivo y festivo da la sensación de que estamos mucho más cerca de esa corriente filosófica que de la contraria. Y ya no sólo por el desagradable simbolismo que estos actos provocan, a fin de cuentas quiero pensar que es el resultado del vacío ético de unos cuantos borrachos degenerados. Pero me pongo a pensar en las más altas esferas del poder y me alarma la impermeabilidad de los gobiernos frente al racismo y la xenofobia, y su doble vara de medir. No me gustan los tratados ruines que se firman en despachos a miles de kilómetros del drama de los refugiados sirios, y me asquea que millones de votantes le consientan una burrada tras otra al fantoche Donald Trump.
Cada vez me cuesta más ver ese tipo de imágenes y escuchar esas barbaridades sin un nudo de rabia alojado en la garganta y lágrimas de vergüenza ajena en los ojos. Pero puede que tenga que entender que era Hobbes quien tenía razón en su tesis, aunque sé que en mi naturaleza romántica siempre seguiré siendo un poquito más de Rousseau.
desde luego brillante!! mama
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Realmente muy triste sin palabras
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Actos , que avergüenzan a cualquier mente con sentido.
Genial relatado, precioso el titulo, y horrenda la vivencia
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Muchísimas gracias! Me alegra que te haya gustado el relato a pesar de ser una cruda realidad. Un abrazo!
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La realidad no siempre es de color de rosa. En todas nuestras manos hay un granito para mejorarla.
Muchos granos mueven montañas y realidades.
No volteemos la cabeza, es lo más sencillo. Pero lo menos recomendable
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