Primero dolió. Le ardió la decepción en el pecho como un aguijonazo de fuego. Le faltó el aire, creyó desvanecer.
Lloró. Derramó aquella noche lo que nunca antes había podido llorar, con más rabia que pena.
Escupió. Aborreció el veneno que había tragado por ambrosía durante años, maldito estafador.
Peleó. Atacó con ira su frialdad, impuso la vehemencia sobre la cordura, se intoxicó de sinrazón.
Odió. Detestó el desdén que acompañaba cada uno de sus desaires, de sus infames y soberbios silencios.
Luego preservó. Se protegió de la melancolía manteniendo la distancia, batalló el miedo con rutina, pero de poco le sirvió.
Sacrificó. Desterró cualquier afecto al rincón más vacío de emoción, hueco de pasión, yermo de sentimiento.
Y al final lo mató. Lo arrancó de su alma, lo cegó de su memoria y lo sepultó lejos de ese corazón mancillado y herido, en carne viva, vomitando desamor.
Uao!! Fuerte, desgarrador. Me ha encantado, gracias.
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Muchas gracias a ti por tus palabras!! Un abrazo 🙂
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Coincido con el comentario anterior. Desgarrador. Duele el alma al leerlo. Mi ENHORABUENA!!!
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De eso se trata, de transmitir… 🙂 Muchas gracias!!!!
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