Entender la muerte, valorar la vida

La muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida. André Malraux.

Todos tenemos miedo a la muerte. No al acto en sí mismo de morir, no a que pueda doler físicamente o a la incertidumbre de cómo sea ese momento cuando llega, porque al fin y al cabo cuando llega, llegó. Seguramente no le tenemos miedo a eso porque ni siquiera lo pensamos, supongo que uno nunca piensa que va a morir (si todo va bien) aunque sepamos que ése es el único destino inexorable y común de todos. Puede que el propio subconsciente nos aleje de tales pensamientos precisamente para que podamos vivir con cierta esperanza y felicidad.

Lo que nos da realmente miedo es la muerte de las personas que queremos. Nos da miedo que un día, sin más, se termine. Nos da miedo que vayan a sufrir una enfermedad o que de repente mueran encontrándose solos. Que la vida sin previo aviso les diga hasta aquí, y que con ellos a nosotros también nos lo diga. Nos da miedo que hoy sea el último día y que queden cosas por decir, porque siempre nos quedan palabras enredadas en el silencio. Nos da miedo la soledad que conlleva la pérdida, el desasosiego, el vacío, la rabia, los porqués. Nos da miedo tener que aceptar que ya nunca más los volveremos a tocar, a sentir, a tener.

Nos da miedo pensar que un día sólo los podremos custodiar en la memoria. Que convertiremos en recuerdo esa forma de reír, los chistes malos, el andar de sus pasos, los abrazos. Que habrá una silla vacía y una voz menos en nuestro caos personal. Que ya no podremos contar con esa opinión, ese halago o ese reproche. Que tendremos que aprender a vivir una vida que no sabemos cómo se vive, pero que como todo, asimilaremos por nuestra propia supervivencia y a marchas forzadas.

Nos da miedo dar por hecha la eternidad sabiendo bien que no existe, confiar en el tiempo que creemos poseer y desaprovechar las oportunidades que tenemos para reír con la familia, disfrutar con los amigos, respetar y enriquecernos con los conocidos. Miedo de dejar pasar esa llamada, ese mensaje, ese café o ese viaje. Ya lo haré mañana. A veces mañana es demasiado tarde y entonces es cuando pensamos en los ¿y si hubiera hecho? o dicho, o ido, o… El remordimiento por aquella pelea estúpida, por el comentario hiriente, por la mala cara, por el egoísmo, por no haber prestado suficiente atención o por no haber estado ahí aquella vez que nos lo pidieron. Si ahora pudiéramos volver atrás…

Pero el pretérito imperfecto no existe así que ante el miedo, reaccionamos. Y tratamos de entender que la muerte forma parte de la vida, que es la estación final de nuestro tren pero que el camino que recorremos es lo que de verdad importa. Es lo que dejamos y nos dejan, es quiénes somos y cómo somos con quienes amamos, con los que nos cruzamos. Son las risas, las caricias, los besos, los consejos, los abrazos. Es el tiempo que le dedicamos a los demás. Es una canción, aquella que nos hace siempre llorar. Son los viajes, las aventuras, los descubrimientos, la experiencia. Es la mesa compartida, las salas de cine, los libros recomendados. Las charlas interminables, también los malos ratos. El desengaño, el dolor, el sufrimiento. Las malas rachas, incluso la enfermedad. La dureza, la injusticia, la desgracia. El amor en todas sus formas y sentidos, la calidez humana, la calidad personal, la compasión, la humildad, la empatía. La suerte, el destino o el azar. Los puentes que cruzamos, los que quemamos. Las oportunidades que cogemos y las que dejamos pasar. Son nuestras acciones y nuestras emociones. Es el día a día y cómo lo queramos (a veces, podamos) llevar.

La vida, en definitiva, son las personas que ponemos en ella, las que nos vienen dadas de fábrica y las que se nos atraviesan temporalmente para regalarnos una enseñanza o darnos una lección. No sabemos cómo ni cuándo pero lo que es cierto es que vivos no saldremos de aquí, así que de nosotros depende que al final del camino nos convirtamos en un buen recuerdo para aquellos que compartieron la travesía con nosotros, porque como dice el gran Mario Benedetti «la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida».

La partida está en juego, no la desaprovechemos.
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Autor: Cristina CG

(De)formación periodista, me cubro y descubro según las circunstancias. Acumulo vivencias y archivo recuerdos. Tropiezo, caigo, escribo y me levanto. CRISTINA CG.

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