Cuando le vas sumando muescas a la década de los treinta sin que aparentemente el ambicioso listado de cosas por hacer que escribiste a los veinte se esté cumpliendo según los plazos previstos te invade una extraña sensación de angustia y agobio que tiene mucho más que ver con la sociedad, o lo que se supone que ésta espera de ti (por favor, ¡que ya tienes una edad!) que con lo que implica de por sí cumplir años.
A mí me encanta, para qué te voy a engañar. Sigo siendo un ser infantil y cándido cuando se acerca mi cumpleaños y vivo emocionada por ello desde unos cuantos días antes, lo reconozco. Para mí, el calendario podría detenerse ese día porque es EL DÍA y hasta me parece que el sol brilla con más fuerza (bueno, vale, en julio a lo mejor es lo normal…). Pero resulta que cuando ya tienes un 3 en tu haber empiezan a surgir de la nada checklists extraños y teorías absurdas de lo que debes hacer y de lo que, ojo aquí, YA NO PUEDES HACER. Por favor, ¡relax! Déjenme disfrutar de mi día, de mi vela de más, de mis deseos (in)alcanzables, de mis proyectos personales, de mis miedos, de mis dudas, de la alegría de poder celebrar una nueva vuelta al sol con toda mi gente cerca. No vengan con sus cuentos chinos y morales a amargarnos la existencia por todo aquello que se supone que tendríamos que haber logrado simplemente porque ya tenemos una edad.
Por ejemplo, un trabajo. Y no cualquier trabajo, sino ése para el que estudiaste una carrera y un máster que además te costó un pastón y que ya dudas hasta de su existencia. El trabajo que soñabas, si soñabas con alguno, tendría que haber llegado ya a tu vida porque el tiempo empieza a correr en contra y parece que si no estás en la rueda indicada ya nunca lo podrás estar (algo así como pasa también con el amor, dicen). Pero a ver, un momento, ¿tú has visto cómo está el mercado laboral? A los treinta nos tenemos que dar con un canto en los dientes si tenemos un trabajo más o menos estable y no andamos vagando por ahí perdiendo el tiempo que con estos años ya empieza a ser oro. Qué triste y qué poco utópico conformarse, pero es la cruda realidad. ¡Y encima sin exigencias! Nos movemos en una especie de limbo profesional y mileurista que no da para (casi) nada. Que sí, viajamos, salimos, y tal… Malditos millenials que nos quejamos por todo. Pero es que después todavía nos esperan en casa papá y mamá.
Y este es otro asunto interesante. Claro que se vive de lujo bajo el techo y las atenciones de tus progenitores. Ropa lavada y planchada como por arte de magia y además nadie cocina mejor que tu madre (y lo sabes). Pero seamos sinceros, ¿qué treintañero no quiere estar ya lejos de ese radar parental, aunque signifique llevar alguna arruga de más en la ropa y sobrevivir a base de congelados y latas de comida? Nadie dijo que independizarse fuera fácil, pero al menos que nos den la oportunidad. Ah no, espera, que con mil euros mensuales (¡y alabados sean, eh!) el alquiler se ríe de ti en tu cara: ¿a dónde te crees que vas con esto, pobre infeliz? Luego nos salen los del gobierno, el que sea, diciendo que somos los europeos que más tarde nos emancipamos, nos casamos (o no), tenemos hijos (o no), y un largo etcétera de cosas en las que vamos históricamente a la cola (menos en la donación de órganos, ahí sí somos los primeros del mundo, porque los españoles seremos tardíos pero muy generosos).
Todo esto se complica aún más si encima llegas a estas alturas de la vida más solo/a que la una. No tener pareja a una cierta edad parece que empieza a ser sospechoso (¿¿pero de qué??) e incluso a generar lástima (y luego vamos de modernos…). Igual es que tienes un carácter inaguantable o algún tipo de problema mental que te impide formalizar una relación aceptable para traer hijos a este mundo. Porque claramente tus relaciones esporádicas no son prueba de nada más que de tu propia inestabilidad. La gente juzga sin saber, como viejas del visillo, por lo que creen que ven. Y lo que ven es que todavía no has amarrado a nadie (o engatusado, vaya usted a saber) y el arroz ya se empezó a cocer (y si eres mujer los comentarios son mucho más salvajes, qué raro ¿no?). Pero es que… Cómo va a ser posible que por haberte entregado antes a alguien con toda tu alma y sin éxito, ahora lo que necesitas es sanar para entrar de nuevo con más seguridad al ruedo. Cómo va a ser que prefieras esperar con cierta cautela (¿o recelo?) antes de cambiar tu corazón magullado por el primer piropo que se cruce en tu camino (que, además, ahora están hasta prohibidos). O cómo va a ser que todavía no hayas conocido al/la indicado/a para ti con lo mono/a que eres, o que simplemente no te dé la real gana de tener pareja en estos momentos. No, es que cómo va a ser eso, POR FAVOR. Lo que te pasa es que eres antisocial, difícil, raro/a… Porque el problema siempre eres y serás tú, por supuesto.
Y así te plantas con un año más y sin pareja estable (o sí), despertando en casa con tus padres (o no), haciendo números sabiendo que no puedes independizarte (¿o cómo lo lograste?), mirándote al espejo y no viéndote tan mal (entonces, ¿tendré una tara emocional?) y yendo a trabajar por una nómina de mierda supervivencia mientras maldices al despertador cada mañana. Y echas la vista atrás, a aquellos felices veintes en los que el futuro se presumía prometedor, y te das cuenta de que ese futuro ya está aquí. Pero, ¿sabes qué? Yo prefiero estos treintas a aquellos veintes. Y sí, mi listado de metas sigue teniendo vacíos y temas pendientes, pero eso significa que no es más que un borrador en el que todavía puedo definir qué quiero y cómo lo quiero. Que puedo volver a sentir esas cursis mariposas en el estómago como la primera vez, que aún puedo construir mi refugio perfecto y que la lucha por convertir mi pasión en profesión no ha hecho más que empezar. Porque trabajar por lo que nos ilusiona es lo que nos da las mejores alegrías y que todo llega cuando tiene que llegar. A ver si nos vamos enterando de que lo que supuestamente nos marca la (soci)edad no es ni mucho menos el Santo Grial: ¡lo primero ERES TÚ! Tú con tu felicidad, la que sea, y no el qué dirán.
Los veintes son locos e irresponsables, sí, pero los treintas te enseñan cómo funciona esto llamado vida y créeme… ¡ES MUCHO MÁS APASIONANTE!
El destino siempre llega…
¡Soplemos las velas y disfrutemos del camino!
(Que ya tenemos una edad…)
Leyéndote te doy la razón, es verdad lo que dices, por cierto muy bien dicho, como todo lo que escribes en tu Cafetera….Lo que ha de venir, vendrá. Me gusta ,no, me encanta, tu manera de escribir. Sigue…..sigue…. mamá
Me gustaLe gusta a 1 persona