Mientras dure la guerra es una de esas películas que, tras verla, me ha impulsado a escribir sobre todo aquello que llevo días evitando hacer: sobre política. Pero es que el último largometraje de Amenábar no podría haberse estrenado en un momento no sé si mejor pero seguro que no más adecuado que el que estamos viviendo. La película, cuya trama gira en torno a la sublevación militar que dio inicio a la Guerra Civil en 1936, nos transporta magistralmente a una época que vista desde hoy no parece ni mucho menos lejana. Y qué triste suena eso, y qué vacío te deja en el alma. Ese vacío que se palpa en el silencio que inunda la sala cuando los créditos recorren la pantalla al final de la película. Esa inmovilidad que te invita a procesar todo lo que acabas de ver y que inevitablemente te recuerda demasiado a la actualidad. Qué miedo.
En 1936 España estaba sumida en una convulsión social gestada sigilosamente varios años atrás durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, consentida por el rey Alfonso XIII, y nacida finalmente durante la Segunda República, que poco tuvo de apaciguadora y sí mucho de caótica. Fueron demasiados años tremendamente difíciles que desembocaron en lo que ya todos conocemos. La película de Amenábar no viene a redescubrirnos nada, lo que pasó ahí está, para quien quiera verlo con la objetividad correspondiente, sin juego sucio ni partidismo. La historia es la que es. Otra cosa es lo que hacemos nosotros con ella, o de ella, a nuestro antojo. Y es aquí cuando un discurso demagógico, errado, sublevado, puede hacer, y hace, muchísimo daño. Y es por eso que un film que recrea unos hechos acontecidos hace 83 años no resulta distante ni desgraciadamente remoto.
Me imagino que ésta no será una película del agradado de las corrientes de pensamiento más extremista, de aquellos que no ceden posiciones, de todos los que tiran de la cuerda sin importarles la tensión que ello genera y que ya estamos padeciendo. Pero considero que es una de ésas que todos deberíamos ver para darnos cuenta de que no: el encasillamiento, el empecinamiento, el «y tú más», la fuerza, el poder por el poder, las ansias de gobierno, el egoísmo social… Todo eso no conduce a nada bueno, al contrario. Los enfrentamientos se recrudecen, los puntos de vista se alejan hasta no verse, los reproches sangran heridas mal curadas y los discursos se radicalizan hasta la violencia. Arengas como el «a por ellos» o el «apreteu» que escuchamos últimamente con demasiada facilidad no son en absoluto justificables. Las proclamas victimistas de un lado, las autoritarias del otro, tampoco. La necedad que nos transmite la clase política actual no se aleja demasiado de aquella mediocre e inculta de los años treinta que nos llevó al desastre. Unos y otros deberían (deberíamos) hacer una profunda reflexión de lo que está sucediendo en la actualidad sin ignorar nuestra historia más reciente: solo así podremos evitar cometer los mismos errores. Porque a ver si nos vamos enterando de que esto no va de malos y buenos sino de ideas diferentes que deben ser atendidas, consideradas, analizadas, consensuadas y respetadas siempre dentro del marco de la ley, que para eso vivimos afortunadamente en una democracia. En 1936 la gente dejó de escucharse y de respetarse, que no nos pase lo mismo ahora.
El punto álgido de la película lo protagoniza Karra Errejalde (magnífica interpretación, por cierto) cuando, en la piel de Miguel de Unamuno, brama el mítico discurso pronunciado por el escritor vasco en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, de la cual era entonces rector: «(…) venceréis pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir». Y qué actuales suenan sus palabras en un momento en el que todos parecen querer imponer su voluntad, condenados siempre a no entendernos. Aquí ya nadie persuade porque todos pretenden vencer para su propio beneficio usando al pueblo como escudo y arma a partes iguales, mientras la sociedad se ahoga en un abismo de tremenda irresponsabilidad política. Qué vértigo da, y sobre todo qué pena, ver que no hemos cambiado nada… Seguimos batallando por las mismas proclamas sumidos en la misma guerra de siempre, ésa que no favorece a nadie más que a los poderes que viven de ella. Y mientras dure la guerra todos seguiremos perdiendo.
Que bonito y que bien lo has escrito. Cuando acabo de leerte siento la necesidad de seguir haciéndolo….pero ese dia vendrá con esa novela que llegará un dia .mamá
Me gustaLe gusta a 1 persona
Definitivamente la veré. 🙂 Me encantó tu escrito, como siempre.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Te la recomiendo!!! Muchas gracias, como siempre 🙂 Besote!!
Me gustaMe gusta
Muchas gracias mi querido Jon Ander 😛 Mua!!
Me gustaMe gusta