Al día siguiente Tina se levanta antes de que suene el despertador, a eso de las 6.30 a.m. Su marido duerme tranquilo de espaldas a ella, roncando acompasado. Sin encender luces, tan sólo con la tenue claridad que empieza a asomar por la ventana, Tina rebusca en la bolsa de deporte que anoche escondió al fondo del armario las bragas y el sujetador de encaje usados y los lleva sigilosa a la lavadora. Por suerte su marido no se encarga de estos menesteres ni se fijará siquiera en el tendedero. O al menos eso cree ella. Puesta en marcha la maquinaria, aprovechando la colada que tenía acumulada de días, el conjuntito se enredará entre la demás ropa borrando cualquier olor a traición. Continuar leyendo «La mujer adúltera (3)»