Yo también me niego

Desde que salió a la luz el ‘caso Weinstein’ numerosas mujeres (y algunos hombres también) han denunciado situaciones de acoso y abuso sexual en Hollywood. Tras el escándalo del productor, actores tan consagrados como Kevin Spacey o Dustin Hoffman también han salido a la palestra por lo mismo, lo que ha ocasionado todavía más revuelo que los nombres de Harvey Weinstein o James Toback, menos conocidos para el gran público. ¿Qué ha cambiado para que ahora se preste atención a sucesos que vienen pasando desde hace décadas? Este tipo de acciones eran un secreto a voces en Hollywood que nadie se atrevía a denunciar porque las pocas mujeres que en su momento lo hicieron no tuvieron ni voz ni voto, muy al contrario, vieron cómo el poder de esos hombres les hacía tanta sombra como para convertirlas en mentirosas y exageradas. Pero ahora ya no, algo está pasando aunque sea muy lentamente y a veces sólo cara a la galería. Porque en realidad Hollywood no es el único nido de buitres en el que ocurren estas cosas sino que simplemente es la punta del iceberg, ahora palpable, de una sociedad todavía muy lejos de poder hablar de igualdad de género en cualquier aspecto.

A raíz de este caso muchas mujeres de varios países y de diferentes ámbitos han empezado a alzar la voz no sólo ya contra el abuso sexual y la violación sino contra el machismo en general, el machismo de a pie que sin darnos cuenta toleramos y a veces incluso fomentamos. Para ello, asociaciones como Oxfam Intermón están lanzando campañas para concienciarnos de que éste es un problema real y es un problema de todos. Pero no sólo las organizaciones visibles lo hacen, también surgen campañas espontáneas en las redes sociales que en cuestión de segundos se vuelven virales como los #yotambién, #yotecreo o #niunamás. Porque estamos hartas de la impunidad del hombre por ser hombre y de la sospecha de la mujer por ser mujer.

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En el mundo 7 de cada 10 mujeres sufre violencia machista en algún momento de su vida y cada 10 minutos se comete un feminicidio. En España van 45 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que llevamos de año, y cada 8 horas se produce una violación. Datos escalofriantes que no tenemos en cuenta y que nos parecen impensables cuando se ponen sobre la mesa en pleno siglo XXI. Nos escandalizamos. Pero cuando empiezas a hablar del tema con otras mujeres te das cuenta de que no son cifras tan lejanas cuando la mayoría nos hemos visto afectadas por algún tipo de violencia machista, algunas incluso viviendo situaciones de abuso siendo niñas y adolescentes. Y qué fuerte suena decirlo, ¿no? Porque parece que eso sólo les pasa a las demás. A mujeres que se lo buscan, a chicas que van solas por la calle de madrugada, a las que se lanzan a conocer a alguien saliendo de una discoteca. Qué valor, cómo se les ocurre. Pero ¿y esa niña a la que le restriegan una erección en un autobús, o a la que acorralan en un portal para tocarla, o las que tienen que ver a un asqueroso masturbarse delante de su colegio? ¿Esas niñas qué han hecho para sufrirlo si ni siquiera saben lo que es el sexo? ¿También tenemos justificación para eso?

No, me niego. Me niego a tener que callar por ser mujer, a no denunciar y a no condenar, a aguantar. A justificar actitudes machistas porque «es que ellos son así». Me niego a que se ponga antes en tela de juicio la versión de la víctima que la del verdugo. Me niego a los «algo habrá hecho» tan comunes en las comisarías hasta hace no demasiado tiempo. Me niego a que mis hijas tengan que recoger los platos de la mesa más veces que mis hijos. Que se excuse a un varón por no estar pendiente de la familia y que se critique a una mujer por lo mismo. Me niego a que un hombre viva su sexualidad como un héroe y yo como una puta. Me niego a ponerme la falda más larga para evitar miradas lascivas. Me niego a tener que llevar cuello alto para que me miren a los ojos cuando hablo. Me niego a que nuestros días malos sean por falta de polvos. Me niego a que «se nos pase el arroz» o seamos unas fracasadas por no tener pareja. Me niego a cobrar menos que mis compañeros y a tener que demostrar el doble para ascender. Me niego a sentirme culpable si alguien se sobrepasa conmigo. Me niego a ver normal que el reclamo de los bares sea nuestra entrada gratis y que las periodistas deportivas tengan que ser esculturales cuando ellos pueden ser feos, gordos y calvos. Me niego a cortarle las alas a una niña que quiera jugar a fútbol antes que hacer ballet. Me niego a disculpar chistes, comentarios jocosos, gracias varias. Me niego a que un tipo como el eurodiputado polaco que se jacta de que las mujeres somos «más débiles y menos inteligentes» y que «deben quedarse en casa» siga ocupando su cargo, como también me asquea que un tipo capaz de decir que «cuando eres una estrella te dejan hacer lo que quieras, como agarrarlas por el coño” haya llegado a la Presidencia de EEUU. Me niego a que las adolescentes crean que desnudarse en Instagram las hará más atractivas a los ojos masculinos y que esté a la orden del día eso de pedir nudes como muestra de amor. Me niego a que me llamen feminazi por defender unos derechos que no deberíamos siquiera tener que defender.

Me niego a seguir soportando eso que llaman micromachismo como algo intrínseco de nuestra sociedad, a dejarlo pasar. Intentemos entre todos, hombre y mujeres, poner nuestro granito de arena en el día a día, en casa, en la oficina, en los espacios públicos para erradicar las inercias machistas que nos envuelven sin querer. Y denunciemos absolutamente toda actitud violenta que suframos o que conozcamos. El silencio no es un buen aliado en estos casos. A la vista está que romperlo genera una ola de fuerza mucho más poderosa que el propio poder de esos hombres que se aprovechan de su situación para avasallar, humillar y abusar de una mujer.

Porque #yotambién he sufrido violencia machista, #meniego a seguir tolerándola. Luchemos todas juntas para que no la sufra #niunamás.

 

 

Mujeres

mafalda-el-moderadorCuando llegué a la oficina esta mañana mi jefe me felicitó. Si no es mi cumpleaños, ni mi santo, ni el Real Madrid ha ganado nada todavía… ¿Por qué me felicitas, si mis objetivos laborales ya los cerré la semana pasada? «Por ser mujer».

No me había acordado de que hoy es ese día en el que las mujeres del mundo reivindicamos protagonismo y los hombres a su vez dejan ver su lado más feminista apoyando con likes y tópicos nuestros derechos y capacidades. Derechos y capacidades, por otro lado, que no deberían necesitar ser reivindicados a estas alturas del siglo. Sin embargo, según las estadísticas parece que algo todavía no funciona cuando sólo el 26% de los puestos de responsabilidad en España los desempeñan mujeres (cifra algo superior a la media europea que se sitúa en el 24%), cuando nuestros sueldos están aún por debajo y cuando eso de la conciliación familiar es una dificultad mucho mayor para nosotras.

Algo no funciona cuando la violencia de género bate cifras de escándalo cada año que pasa, aunque también me pregunto si el aumento se debe a una mayor visibilidad en los medios y a la valentía de las víctimas que ahora se atreven a denunciar más, porque el maltrato a la mujer desgraciadamente no es cosa nueva. Y algo estamos haciendo realmente muy mal cuando ya en la adolescencia se sufren este tipo de situaciones y el acoso escolar (en ambos sexos) empieza a cobrarse sus propias víctimas.

Algo no funciona cuando llegado el 8 de marzo se alzan las voces de la igualdad que se callan en el día a día, de forma a veces tan inconsciente. En lo cotidiano, en las relaciones personales, en la familia, en el recoge la mesa, en el cuida a tu padre, en el prepara la comida y prevé la despensa. Actitudes tan intrínsecas en los roles de género que son difíciles de erradicar. Imagino que por eso hoy las mujeres del mundo reivindicamos más oportunidades y mayor toma de decisión.

Sin embargo, por otro lado a veces me parece que en este afán por hacernos más visibles llegamos a caer en lo absurdo. Personalmente no me siento ofendida si el monigote de los semáforos es masculino o si la fachada del Congreso habla nada más de Diputados. Si seguimos así, inventando palabras como las «miembras» de aquella ministra de cuyo nombre no quiero acordarme o la última llamada de la alcaldesa Ada Colau a los «mujerajes» en detrimento de los homenajes de toda la vida, terminaremos nada más pateando el diccionario haciéndole flaco favor a lo que de verdad importa reivindicar que es fundamentalmente el estereotipo que el machismo de a pie como una losa nos cuelga de la espalda.

Como soy mujer tengo la habilidad de enojarme por todo, por nada y por si acaso. Soy una paranoica cuando me dejan en visto en whatsapp o con la palabra en la boca. Soy una intensa cuando no responden a mis preguntas, cuando me preocupo por alguien o demuestro lo que siento. Soy una fiera descontrolada que una vez al mes se da atracones de comida y llanto por mandato hormonal. Sí, perdón, pero es que estoy «en mis días”. Y como soy mujer, mis amarguras se curan con un buen polvo, porque probablemente es la falta del mismo lo que me las produce. También como soy mujer me encanta el drama y le doy la vuelta a todo, por si no quedaba claro mi grado de paranoia. Voy siempre un paso adelantada en mis elucubraciones normalmente infundadas, imagino lo que no es, pido explicaciones de más, hablo después del sexo y me gusta que me abracen por detrás. Qué complicada, ¿verdad?

Eso no es más que el ejemplo de ese machismo «inofensivo» de barra de bar y grupo de amigos que sin darnos cuenta se cuela entre las conversaciones y las actitudes de quienes nos rodean. Sí, probablemente me enfado, y tengo altibajos emocionales, y puedo reír y llorar, y me siento libre para hacerlo. Pero nunca fui a ballet y me encanta el fútbol. A los Reyes Magos les pedía barcos piratas en vez de muñecas Nenuco y prefería las aventuras de Tintín a los cuentos de hadas. Sí, soy mujer y quiero ser madre, pero respeto a quienes no sienten ese deseo en su interior sin considerarlas por ello menos féminas. Defiendo el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo bajo el amparo de la legalidad y aunque en mi conciencia no quepa el aborto eso es nada más una cuestión estrictamente personal. Sí, soy mujer y soy insegura, irracional y alocada. Pero también agarro la vida con un par de los vuestros cuando hace falta.

«Felicidades por ser mujer». Esas palabras me mantienen todavía algo confusa. Yo no escogí mi sexo ni tampoco felicitaría a un hombre por el hecho de serlo, aunque entiendo que es una muestra de cariño hacia lo que hoy representamos tal como lo dicta el calendario. Pero en definitiva lo que cuenta en esta vida son las personas y sus valores; si de verdad estamos luchando por esa igualdad de género, no entiendo por qué hacemos siempre tantas distinciones.