Y aquí sigo

Lidio con mis demonios, con los tuyos, con el bien y con el mal. Batallo con las pérfidas lenguas afiladas, con los vaivenes de emociones y las excusas baratas. Entrego mi corazón en carne viva por todo, y por nada. Lucho contra la guerra de tus silencios para ganarme la paz de los míos. Y aquí sigo.

Escucho a tus ojos decirme que me aman mientras tus tímidos labios no pronuncian esa extraña palabra. Asisto a la encrucijada que todavía mantienes con tu mente, con tu alma, con tu mundo… Lejos de todos y, a veces, también de mí. Espero paciente el momento de estar juntos, de sentirnos, aunque sea solamente entre las sombras del delirio. Y aquí sigo.

Viajo contigo a los recuerdos de aquella primera vez, a la ebria locura que nos condenó desprevenidos y sin remordimientos. No, no me arrepiento. Busco en tu guiño insolente la respuesta a todas mis dudas, me creo lo que quieres hacerme creer, confiándote a ciegas mi propia supervivencia, pero por perdida que esté… Aquí sigo.

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Confieso que descifro tus medias sonrisas a mi conveniencia, aunque sé que no equivoco los instintos. El brillo profundo que agranda tus pupilas al verme es lo más cierto que me das, tan inconsciente, tan fiero como rebelde, tan real. Me aferro a él cuando el abismo me abofetea la inseguridad, cuando ya no puedo más. Y aquí sigo.

Bailo al son del cosquilleo de tus susurros en mi oído, de la provocación que emana de tu piel, del olor que nace entre caricias y besos. Tan especial, tan único, tan nuestro. Extraño cada instante a tu lado, las riñas, la calma, los juegos. Deseo irremediablemente volver a ellos, a ti, sin fisuras ni mentiras, con la única condición de querernos tanto como para elegirnos siempre sobre el resto. Y aunque ahora me aterra que la vida nos sobrepase, y que transcurra entre nosotros demasiado tiempo… Aquí sigo.

 

 

Retales

Tumbada en la cama no sabe cómo acomodarse esta noche, hace demasiado calor. Ni una ligera brisa se cuela por las rendijas de las persianas. Nada. Boca arriba, boca abajo, de lado. Dando mil vueltas sin encontrar la postura que le permita conciliar el sueño, alcanzar la paz.

Hace apenas unas horas ese desasosiego era pura pasión y ese sudor, calentura. Una vez más sumida en el torbellino de las emociones, del sexo, de la adrenalina, del egoísmo y del temor. Pero cómo decirle que no a quien la llena de tanto, aunque luego ese torrente de todo se convierta en un amargo y doloroso vacío. Cómo resistir el envite del placer surcando su piel, de las caricias que le erizan el vello y que hacen temblar los rincones más dormidos de su ser. Cómo negarse a querer sentirse irremediablemente esa mujer.

8-Yaces-sobre-la-cama-Mujer sensual-Desnuda-Erótica-Optimizada-Relatos-EspejoUna mujer poderosa que lo mira a los ojos mientras toma el control bajo sus caderas. Ambiciosa, sabiéndose deseada, buscando mucho más. Seductora, sin complejos, jugando al mismo tiempo a ser niña consentida y femme fatale. Dominante y dominada, fuerte y tan frágil a la vez. Entendiendo que los tiempos tienen límite, que en los juegos también se pierde, que el fuego hasta que no mata igualmente hiere. Pero a ella, sumida en el caos del deseo, poco le importa. Prefiere no pensar en los daños, ni en los riesgos, ni en las mentiras ni en el qué dirán.

Porque cuando el brillo en las pupilas da paso a un roce que suavemente se intensifica, cuando las yemas de los dedos aprietan entre las piernas, cuando los labios trazan caminos surcando el cuello, cuando la columna se arquea y los latidos se aceleran por momentos… De ahí ya no se puede escapar. La razón pasa a ser instinto y el amor una mera ilusión. Cae de pleno en las garras de un hombre que la quiere, es cierto, quizá a veces incluso la ama, pero cómo saberlo. En esos momentos sólo se dejan llevar por la furia y el desenfreno, por el exceso de atrevimiento. Juegan, prueban, tientan y se provocan a partes iguales. Ahora tú, ahora yo, relevando las ganas, explotando el deseo.

Qué calor esta noche. Se levanta para abrir de par en par las ventanas buscando alivio, se le está asfixiando hasta el alma. Ahora que el compás de sus cuerpos ha terminado y sólo el olor impregnado en su piel es testigo de esta locura reaparece el vaivén emocional. El insomnio, la tristeza, el abismo y la incerteza. Ese baile de cadenas que la atan y desatan a un imposible increíblemente tan tangible es demasiado cruel cuando tras poseerlo azota de nuevo la soledad. Acariciar con los dedos su espalda a la par que el cielo, creer que lo efímero de sus ratos a solas un día podrá ser eterno… Y caer de bruces otra vez al verlo marchar.

Le quema en las entrañas una pasión maltrecha mientras anhela ser protagonista de la historia que, bien lo sabe, nunca vivirá. Riegan sus mejillas un par de lágrimas cargadas de celos y rabia mientras por fin una bocanada de aire fresco la ayuda a recomponerse, a respirar. La libertad implica un peaje muy caro que quizá ninguno de los dos está dispuesto a pagar y al final lo que comparten son sólo los retales de una vida hecha jirones que a besos, feroces y desconsolados, tratan de remendar.

 

 

 

 

Lucía

Afuera, el viento. Adentro, la tormenta. En el corazón un huracán y en sus ojos, como en el cielo, la lluvia. Lucía se acurruca como cada tarde de este otoño gris frente a la ventana del hospital, hipnotizada por las gotas que trazan caminos sobre los cristales mientras ella desde adentro los resigue despacio con el dedo índice.

axamulalom-1467311281-2257c0d_xlargeLa misma rutina, los mismos truenos, los mismos miedos. La misma incertidumbre, el mismo deseo frustrado, la misma desesperanza. Una rueda que gira, que la envuelve y que la ahoga. «Esta lluvia cómo aprieta… Casi tanto como la soledad» piensa.

Se le oscurece el alma a la par que la mirada con el recuerdo de quien ya no es, de quien nunca volverá. Huérfana de emoción, rota de dolor, una fuerza extraña la arrastra a los abismos con tanta intensidad que se vuelve débil. Y cae, de nuevo, en las redes de la adicción. Invisible, imperceptible y seguramente sin intenciones pero aquí está ella, como la araña que se enreda en su propia tela, agonizando. Quisiera poder controlar sus arrebatos, sus pasiones, su razón. Pero Lucía es así: un corazón errante lleno de piedras y cicatrices y a pesar de todo dispuesto a amar. Porque ella ama, claro que sí. Ama con nervios, con ganas. Ama cuando se muere de risa, ama cuando le surcan el rostro las lágrimas. Ama en la distancia y en el roce frágil de la piel. Ama a gritos llena de vida igual que ama de lejos, confinada tras estos ventanales y con la voz callada.

Piensa en esos años locos de desenfreno, de drogas, sexo y rock and roll. Sonríe melancólica y se pregunta cómo llegó hasta allí y sobre todo cómo pudo llegar a lo que vino luego, hasta aquí. Tener el mundo a sus pies, sentirse invencible y poderosa, jugarse la vida y el amor a una carta, y perder el control después. Lo apostó todo por una idea, una pasión, una utopía. Pero en la ruleta ganó el negro y la margarita le susurró que no. Y qué difícil es sentirlo, se dice. Romperte en mil pedazos tras cada silencio, cada reproche, cada desaire. Farfullar súplicas y ruegos, esconder los sentimientos en público, explotarlos desnudos y a solas más tarde. Qué difícil convivir con la mentira, con la sonrisa fingida, con las marcas en el cuerpo, con los huecos en el alma, con las miradas esquivas y los celos acuchillándote las entrañas. Pero qué fácil se recomponía después con un gesto noble, una caricia certera, una palabra adecuada. Promesas que ocultaban los lazos que no existían pero que Lucía creía o quizá sólo la conformaban. Y así, a ratos, a trompicones, a pedazos, fue vendiéndole su alma al diablo, prostituyendo el amor, enmudeciendo el dolor, intoxicando su cuerpo y ahogando la culpa en alcohol.

Se dejó llevar por amores furtivos y vencer por pasiones cegadas. Perdió las riendas de todo aquello que la sujetaba y huyó hacia adelante porque no encontró un camino mejor. Esperó que todo su desbarajuste se solucionara por la propia inercia de los acontecimientos, como lo hacen las cosas que no tienen mucho sentido, pero eso no ocurrió. Y un día el caos fue tan brutal que terminó sola y desgarrada deambulando descalza bajo la lluvia. Parecía una loca y como tal la trataron. Desde entonces pasa las tardes trazando el camino abrupto de unas gotas de agua sobre un cristal mientras resigue de igual manera en su mente la línea trunca de una vida corta, intensa y rápida que un día le vino grande y que ahora se le ha quedado tremendamente vacía.

 

 

Insania

Nos vamos a destrozar. Nos vamos a destrozar por culpa de una pasión maltrecha llegó sin permiso por las ganas de sentir lo que pocos sienten cuando dicen que suben al cielo. ¡Ilusos! Qué saben ellos de subir al cielo si no conocen tus manos ni han probado tus labios… Pero déjalos imaginar.

Porque nos vamos a ahogar. Nos vamos a ahogar en el llanto del silencio que dice adiós como tantas veces hemos hecho, igual que nos ahogamos en el mar de los reencuentros con destino a naufragar.

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Nos vamos a cortar. Nos vamos a cortar las alas de nuevos amores porque somos incapaces de dejarnos volar; porque ni contigo ni sin ti, tus ojos me suplican quédate, me arañan tus miedos, me atrapan tus deseos. Y sin embargo, tus dedos nunca me terminan de agarrar.

Nos vamos a maltratar. Nos vamos a maltratar a besos por los rincones, como a ti te gusta sorprenderme, jugando con el fuego que nos provoca y que nos asfixia, hiriéndonos en la incertidumbre con tanta inestabilidad.

Nos vamos a quebrar. Nos vamos a quebrar en cada gemido del alma cuando anhela ser algo más que un par de extraños compartiendo intimidad, poniendo siempre la otra mejilla en cada bofetada de ingrata realidad.

Y al final nos vamos a olvidar. Claro que nos vamos a olvidar, como se olvidan las cartas que nunca se escriben, los sueños aferrados que nunca intentamos, los amores cobardes que nunca se dan una oportunidad… Como ellos nos vamos a olvidar: sin podernos olvidar.

 

 

Hoy tengo ganas de ti

Sí, como dice la canción, hoy tengo ganas de ti…

Ganas de escuchar tu risa infantil sonar en esta calma abrumadora. Ganas de sentir el calor de tu aliento sobre mi nariz, de respirar tu aire y de volverme loca. Hoy tengo ganas de caminar a tu lado agarrados de la mano y en silencio, sin más. Y también tengo ganas de estallar mis miedos y mis neuras ante ti. De gritar.

Tengo ganas de verte dormir y hasta de escucharte roncar, y tengo ganas de darte un codazo para hacerte callar. Tengo ganas de ir al cine con tu criterio y mis expectativas, y de discutirlo con sushi al final. Tengo ganas de leer tus novelas preferidas, de perderme en tu música underground y de burlarnos de nuestros guilty pleasures sin vergüenza ni piedad.

Tengo ganas de viajar contigo y de seguir explorándote en tus pasiones y cobardías. Tengo ganas de recorrer el mundo y tu cuerpo con la misma intensidad. Ganas de pelear, de molestar, de enamorar. Tengo ganas de tus pláticas veladas, de tus ojos vívidos, de las cosquillas que me aseguran quererte siempre un poco más.

Tengo ganas de desayunar tu sonrisa y tu mal genio, de ducharme contigo los domingos y de apurarte los miércoles. Tengo ganas de pisarte los pies al bailar, de acariciarte hasta el amanecer, de dejarnos llevar. Tengo ganas de hacerte temblar.

Tengo ganas de que me arranques el corsé que me ata no sé si la vida o el alma. Tengo ganas de ser tu «es ella», siendo todas y ninguna. De arrugarme los temores junto a ti y de remendar mis labios cosidos a los tuyos. Tengo ganas de esperarte y desesperarte los días y las noches que se acomodan en aquel sofá.

Tengo ganas de que dibujes formas imposibles recorriendo los lunares de mi espalda y de trazar con mi lengua el mapa de tus tesoros. Tengo ganas de compartir fútbol, acción y drama. Tengo ganas de descifrar tus reservas y completar juntos los crucigramas. Tengo ganas de despojar raíces y de volar mañanas.

Tengo ganas de entregarte mi dolor y lamer tus heridas, de curarnos a besos la ausencia y olvidarnos después. Tengo ganas de salir de ti, y de volver, y de partir. De que me dejes dejarte, de que me retengas, de que me contengas, de que me desarmes. Tengo ganas de brindar por esta cándida segunda adolescencia, de amarnos por los rincones, y de odiarnos también.

IMG_20160229_135059Tengo ganas de meterme en la prisión de tus tormentos y en tus sueños de libertad. Tengo ganas de que me arranques la piel a tiras en cada desgarro que nos enreda quitándonos la ropa con tanta sed, desnudándonos ya no sé el qué. Tengo más ganas cada día de volverte a ver.

Hoy tengo ganas de ti, de todo lo bueno y todo lo malo que te doy y que me das.

Tengo ganas de ser, de parecer y de estar.

Tengo ganas de llenarme con tu vacío, de hacerte estallar los deseos en mi boca, de no rendirnos jamás.

Hoy tengo ganas de ti, de desearte tanto y de que me pidas aún más.

 

 

 

 

Alma en la piel.

Captura

Tu espalda el sendero

que me arrastra al infinito

del vértigo que siento

cuando estás conmigo.

Tus ojos color de noche

me atormentan con su brillo

para impedirme el sueño

en mis desvelos sin dominio.

Tu lengua en mi cintura

recorriendo ansiosa los huesos

bajo la piel que arañas y sutura

embriagada por tu tacto travieso.

Tus manos suaves y poderosas

oprimiéndome sin tregua

acarician mi alma armoniosas

y me roban toda esta fuerza…

De seguir odiándote a gritos

cuando guardo tu amor en silencio

y te oculto entre sombras y mitos

porque al quererte yo me sentencio.

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