Porque él es, yo soy

Amo la risa exagerada de ese hombre que se esconde entre el ser y el estar

sin temor a ser descubierto, con inocente ingenuidad,

provoca en mí deseo, húmedo velo entre mis piernas,

enigmáticos sus ojos como la negra noche desnuda en el mar.

Él es huracán, torrente de fuerte sacudida y a veces timidez,

desvergüenza íntima, locura públicamente pausada,

que no sabe que me tiene incluso aunque no me tenga,

que me regala la esencia misma de la felicidad desbordada.

Me hallo presa de sus manos sutiles que rozan mi alma

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mientras sus besos buscan mis labios,

sus dedos dibujan nubes etéreas en el cielo

y caminos de lunares en mi espalda.

Dueño de mis desvelos, que no me ata, que me da alas,

que calienta mi pasión y enmudece mis entrañas,

que doblega mi razón, me construye sueños,

cela en silencio mis andanzas.

Él, que me enfurece, me enciende, me atrapa,

al que amo en su miedo, en su misterio, en su magia.

Esté cerca, esté lejos, en la cumbre o en la mayor desesperanza

juro que lo amaría toda mi vida, aunque la vida nos separara.

 

 

 

 

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