Llevaba dos semanas de vacaciones con todo lo que ello implica: la máxima desconexión posible. Pero ahora apenas estoy llegando a Barcelona cuando unos y otros me ponen al día de lo ocurrido en mi ausencia. Como digo, desde la distancia no he estado encima de la noticia al minuto así que probablemente habrá matices que se me estén pasando por alto, pero creo que lo más importante no viene de ahora, sino que lo de ahora es una consecuencia que viene de años atrás. Por eso les escribo esta carta, señores del gobierno, de ambos gobiernos.
Por favor, dialoguen. Hagan eso que hace ya demasiado tiempo tenían que haber hecho. Siéntense a la mesa con voluntad real de escuchar, de debatir, de proponer y de ceder también. Háganlo por ese pueblo al que dicen representar, los dos, y que cada vez está más crispado y más tristemente enfrentado.
Señor Rajoy, soy catalana y no soy independentista, pero ni usted ni su gobierno están haciendo nada por mí, al contrario, me están abocando a una situación a la que no quiero de ninguna manera llegar, y como yo muchas otras personas que actualmente nos sentimos en tierra de nadie. Con su despliegue de fuerza están levantando a la ciudadanía, incluso a la que se mantenía ajena a todo esto, en un clamor (diría a veces que también orquestado) que ya traspasa fronteras. A mí no me gusta la convocatoria del referéndum, considero que, de hacerse, debería ser de forma pactada, legal, bajo el amparo de la Constitución y sin esta confrontación de poder(es). ¿Que la ley actual no lo permite? Pues que se cambien las leyes, que para algo tenemos capacidad de reacción cuando nos interesa.
Pero a lo hecho pecho, y a lo no hecho hasta ahora pecho también, qué remedio, así estamos. Y llegados a este punto, ¿no creen ustedes, señores de ambos gobiernos, que se podrían hacer las cosas de otra manera? ¿O es que ya de perdidos al río? Porque eso es lo que me parece. Entiendo que permitir ahora la celebración de este referéndum parido en la ilegalidad y la desobediencia sería recular ante todo lo que se ha venido negando y prohibiendo durante no meses sino años (empezando por el rechazo al Estatut, al pacto fiscal y a cualquier otra petición hecha desde Catalunya). Porque si digo que no, es que no, ¿verdad señor Rajoy? Y también entiendo que dar marcha atrás al 1-O después de ilusionar al pueblo con que el sueño independentista puede ser real y de venderle que la solución a todos los males de Catalunya pasa por su salida de España es sumamente complicado. Engañar a tus votantes no cumpliendo con el discurso emocional (porque del electoral nadie se acuerda) que día tras día les hemos inculcado tampoco parece viable. Porque si digo que sí es que sí, ¿verdad señor Puigdemont? Pues déjenme que les diga que ninguno es mejor que el otro, porque ambos están en la misma situación: anclados a sus palabras, con el orgullo por bandera, huyendo hacia adelante y dispuestos a morir o a matar con las botas puestas. Pero de verdad, piénsenlo con fría responsabilidad, que para algo son ustedes políticos.
No me gustan los discursos que se manipulan ni de un lado ni del otro, ni tampoco los bulos que se generan, las declaraciones fuera de tono de algunos políticos ni las arengas que encienden aún más los ánimos. Tampoco me gusta que se nos englobe a todos en un mismo saco, ni santos ni pecadores, ni tan buenos ni tan malos. Llamar al orden, regañar, detener, impedir o precintar está dando claramente el resultado contrario, al menos en lo que a emoción y sentiment català se refiere, al que se supone que se busca, que es dar solución a este conflicto. Pero igualmente el empecinamiento en considerar todo lo que huela a España (y a los que nos sentimos españoles) como una amenaza de otras épocas pasadas me parece de un victimismo innecesario. España nos roba, España nos oprime, la Guardia Civil viene a provocarnos, a alterar nuestro movimiento pacífico, a recordarnos aquel tiempo oscuro que fue la dictadura. No, no puedo compartir la idea de que España es la mala y Catalunya la buena, ni viceversa. Es como si me preguntaran quién es mejor o si quiero más a papá o a mamá. Si los quiero a los dos, unidos, tranquilos, fortalecidos y en armonía, ¿qué gobierno está dispuesto a darme eso? ¿A representarme en mi elección? ¿A luchar por mi idea y la de tantos como yo? Somos muchos catalanes los que nos sentimos así pero nadie habla por ni de nosotros.
Yo no sé lo que hay que hacer, no me dedico a estos asuntos ni tengo el bagaje político necesario como para comenzar un debate más allá de lo doméstico. Pero sí tengo una opinión y sobre todo unos sentimientos, ya que aquí tanto se habla de eso, igual de válidos que los que tiene un independentista. Que yo no soy peor por ser y querer seguir siendo española en Catalunya, aunque tristemente a veces me dé esa sensación y no tenga licencia callejera para expresarlo. Pero esto, señores, es mi humilde opinión escrita en la libertad que me da poseer un blog con más o menos seguidores; algunos la compartirán y otros me dirán de todo, me intentarán hacer ver lo blanco negro, lo que no es y lo que no siento, pero qué le vamos a hacer. Lo más grave del asunto es que ninguno de los que nosotros como ciudadanos hemos escogido para representarnos sepa tampoco lo que hay que hacer más allá de tensar la cuerda, pisar el acelerador, arengar a las masas con eslóganes prefabricados y calentar, todavía más, el caldero de las emociones.
Por favor, que las amenazas no conjugan bien con la irresponsabilidad. Dialoguen.