Tóxicos

«Personas que te nivelan para abajo, que te meten miedo o culpa, que te manipulan… Son adictos emocionales, necesitan hacer sentir mal al otro para poder sentirse bien ellos.»

Con esta contundencia define el psicólogo y escritor Bernardo Stamateas a las personas tóxicas. Pero ¿quiénes son las personas tóxicas? ¿Es un adjetivo de moda o realmente existen? ¿Cuál es su comportamiento? ¿Qué hacer si nos toca lidiar con una de ellas?

Probablemente todos a lo largo de la vida nos topemos con personas conflictivas y tengamos que aprender a llevarlo de la mejor manera posible, sin embargo la cosa se complica cuando los tóxicos se encuentran en nuestro círculo más cercano y no podemos deshacernos de ellos con un simple portazo. Para empezar, ellos no te permitirán nunca ese portazo, ni sentirse relegados ni ver que pierden el control sobre ti y sobre tu vida. Las personas tóxicas necesitan de ti y se alimentan de tus puntos débiles.

No debemos confundir a aquellos que por naturaleza tienen un comportamiento nocivo en sus relaciones personales con aquellos que, bajo algún tipo de circunstancia puntual, actúan de mala manera. Porque en este caso todos podemos llegar a ser tóxicos cuando nos sacan de nuestras casillas, cuando no gestionamos bien el fracaso o cuando nos gana un impulso desmedido. Pero no, yo me refiero a aquellas personas que sistemáticamente generan mala vibra y sobre todo, hieren sin medida ni cuidado.

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Un tóxico te criticará hagas lo que hagas así que nunca esperes de él una palabra de apoyo, un «estoy contigo aunque te equivoques». Al contrario, te recriminará que, como él había previsto, has fracasado. Y si por el contrario resultas afortunado en tus planes y alcanzas tus metas nunca podrá alegrarse de verdad, algo similar a la envidia se lo impide.

Un tóxico te juzgará cuando considere que no estás actuando bajo los parámetros que él espera de ti, desde un nuevo y arriesgado corte de pelo al viaje carísimo que pretendes hacer. Si todos esos cambios en realidad tan banales no entran dentro de sus esquemas previstos o adecuados para ti (siempre bajo su prisma) prepárate para un ataque despiadado en la que el filtro verbal no se conoce. Ellos abanderan la sinceridad y el decir las cosas claras, olvidando que hay muchas maneras de decir las cosas sin tener que recurrir al insulto ni al desprecio para sentirse más poderosos.

Una vez haya bajado las armas tendrás que vértelas con la parte melodramática queriéndote partir el corazón. Porque ésa es otra de sus habilidades: los tóxicos dominan el arte del victimismo y te hacen sentir mal, culpable y egoísta. Incluso te tachan de desconsiderado cuando un día decides decir «no», aunque todos los demás días estés donde pretenden que estés ofreciendo síes sin condición. Con ellos un error borra todo lo que haces bien, porque en realidad tú nunca lo haces suficientemente bien.

Para un nocivo de este tipo nada es bastante. Nunca vas a recibir una palmada de orgullo en el hombro, una mirada de aprobación ni una palabra de aliento, por mucho que te sacrifiques y por mucho que lo intentes. Y cuanto más cercano el tóxico más en vano será el esfuerzo por ser de su agrado, por estar a la altura, por ser aceptado. Ni lo intentes, tiempo perdido. Lo único que conseguirás será agotarte y frustrarte aún más, tal y como las personas tóxicas esperan de sus súbditos: la derrota. Corromperte la autoestima con fogonazos de ira verbal y palabras que duelen mucho más que un puñetazo.

Los tóxicos descalifican sin más razón que porque sí. Viven la vida de los demás desde la ventana de la soberbia que sin embargo les impide a ellos mismos vivir su propia vida y hacer introspección de sus errores. Los tóxicos siempre tienen razón, nunca se equivocan y mucho menos se disculpan. Normalmente se escudan en que lo que dicen y hacen es por ti bajo el lema de que quien bien te quiere te hará llorar. Pero desconfía de esas actitudes tan posesivas y tan aparentemente protectoras.

Estás perdido si te dejas llevar por una persona tóxica, aunque muchas veces es muy difícil no hacerlo o percatarte de que ya estás ahí. Por no crear un conflicto mayor lo dejas pasar; por no vivir en una permanente bronca te muerdes la lengua, cierras los ojos y lo asumes. Asumes que tienes que lidiar con alguien que complica más que facilita las relaciones y sin darte cuenta te acostumbras a ese aire nocivo que enrarece los espacios mientras otro se adueña de tus determinaciones y de tu autonomía, de tu capacidad para decidir.

Lo importante, y a la vez lo más complicado, es aprender a relativizar las palabras que provienen de este tipo de personas que en realidad están cargadas de frustraciones que pretenden paliar a tu costa, y crear un caparazón impermeable donde no quepan los ataques de gente déspota que se vale de la descalificación y la falta de respeto para defenderse de sus propios miedos e inseguridades. Porque a menudo los que se suben al pedestal de la arrogancia son en realidad esos pobres tipos de espíritu vacío que se enorgullecen menospreciando tus logros, tus avances, tu situación actual, tu conducta y tu manera de ser tan «desastrosa».

Lo más sano mentalmente es salir de ahí cuanto antes, pero si tus circunstancias o la vida no te permiten alejarte tanto como quisieras de ese círculo de toxicidad tendrás que aprender a gestionar las decepciones y los conflictos, marcar las distancias y establecer los límites de las relaciones. En definitiva, aprender a protegerte. La gente dañina no se da cuenta de que en realidad con cada desaire lo que consiguen es alejar poco a poco a quienes están a su alrededor, y que cada ataque gratuito es simplemente un reflejo de su propia personalidad problemática y tóxica que nada tiene que ver con la tuya.

 

 

 

 

Autor: Cristina CG

(De)formación periodista, me cubro y descubro según las circunstancias. Acumulo vivencias y archivo recuerdos. Tropiezo, caigo, escribo y me levanto. CRISTINA CG.

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