Yo no quiero volver a la «normalidad»

Puede que esto sea una unpopular opinion de esas, pero lo tengo que decir: necesitaba un confinamiento y no lo sabía. Sí, necesitaba parar, aunque me hayan obligado a hacerlo y toda obligación comporte cierta resistencia. Pero necesitaba el silencio. Y necesitaba la ausencia. Y también enfrentarme a mí misma sin posibilidad de huida. Escuchar a mis demonios, calibrar mis miedos, rescatar toda mi fortaleza. Me hacía falta una batalla de emociones perdidas que ahora se empiezan a recolocar. Necesitaba de forma urgente desconectar. A lo mejor tú también, o quizá no. Puede que seas de los que ansían volver cuanto antes a una normalidad que ahora a mí ya se me presenta algo extraña. Una normalidad que, en algunos aspectos, yo no quiero recuperar.

En este mes y pico de confinamiento he restablecido una conexión que tenía rota conmigo misma para disfrutar de mi tiempo libre de una manera nueva con todo aquello que me aporta una satisfacción real y que reside en esas pequeñas cosas que la premura del día a día me estaba impidiendo valorar. Cuidarme, consentirme, valorarme. Leer saboreando cada palabra por el puro placer de hacerlo, vibrar con la suavidad de una música que erice la piel, preparar un bizcocho un martes cualquiera, desempolvar los juegos de mesa, silenciar el móvil durante horas sin padecer el desasosiego de la disponibilidad perpetua, apreciar el canto de los pájaros ahí afuera y percatarme de que antes ni siquiera los oía, descubrir historias fascinantes en los recuerdos de mis propios padres, pasar las tardes y las risas con ellos, escucharles más, o mejor. Es cierto que el precio a pagar por todo ello es muy alto e implica estar dejando muchas otras cosas, personas y momentos de lado. Situaciones que, por supuesto, también necesito y extraño, pero por ahora siento que, de alguna manera, esta forma de introspección me cura y me alivia.

En estos días estoy aprendiendo a manejar mi voluntad, mis deseos y mi apetencia sin temor a una negativa o reacción contraria. A no sentirme culpable por no hacer aquello que alguien más espera que haga solo porque un día se habituó a eso. Las expectativas que estoy dispuesta a satisfacer ahora son solo las mías. Estoy liberando los nudos que imperceptibles me asfixiaban y esas dinámicas establecidas que ya no me aportaban nada, aunque no lo hago sin cierto miedo, también es verdad. De repente, las vendas de los ojos caen y las cartas de todo aquello que se arraigaba agonizante en mi interior se muestran sobre la mesa, listas para romper la baraja.normalidadEsta situación tan extraña como dramática me ha abierto las compuertas de par en par: no me gusta la inacción, no quiero lo de siempre, no me interesa volver atrás. Busco fluir en mi persona y en mi vida, y consolidar de alguna manera mi propia forma de ver, de sentir y de actuar. Es como si el haberme despojado de cuajo de la libertad de movimientos me hubiera permitido batir unas alas nuevas. Alas que tenía escondidas desde hace tiempo aun sin darme cuenta, alas que perciben más y que piensan menos, que escuchan desde la calma y la empatía, y que tienden a ver el lado bueno incluso de todo esto. Soy muy consciente de la crueldad de este virus que ha roto con tanto, incluyéndome también a mí en algunas ocasiones, pero agradezco la inmensa fortuna de no tener que lamentar pérdidas personales cercanas. Eso es, con seguridad, lo que me ayuda a extraer la parte positiva entre tanto caos, y me invita a tomarme este periodo de pausa forzada, que es común para todos, como un aprendizaje vital. Sí, uno más.

Por eso no tengo tanta prisa por volver a la normalidad, como oigo por ahí repetidamente, si ello conlleva los mismos errores, las mismas inercias, las mismas rutinas. No quiero una normalidad llena de ruido y vacío, de abrazos lánguidos, de emociones cobardes, de besos callados. No quiero que lo normal sea resignarse a la desgana y no al deseo, a la costumbre y no al amor, a la comodidad antes que a la pasión. No me apetece volver al abismo del gentío, del empujón, de la invasión. No quiero vivir en la normalidad del egoísmo, de la mediocridad, de la vana exigencia, del poder por el poder, del tremendo pisotón. No me gusta esa normalidad que destruye el medio ambiente, que ahuyenta a los animales y que oculta bajo mantos contaminantes ciudades enteras. Esa normalidad que nos ensucia el alma y el aire. No me urge retomar una normalidad de palabras malgastadas, de emociones efímeras, de apegos calculados. No quiero la normalidad de la falta de respeto, del ego, de la envidia, del rencor, del postureo. No a la normalidad de las relaciones interesadas por encima de los afectos, ni de los números antes que las personas.

Lo que sí quiero recuperar son los detalles, las miradas cómplices, las formas simples de la vida. Quiero que regresen los abrazos apretados y los besos intensos, el disfrute de un paseo ilimitado, las celebraciones con toda la familia, las noches cálidas de verano, los domingos de playa, los viajes acordados, las risas con los amigos, las tardes improvisadas a tu lado. Eso sí. Sin embargo, antes de que todo lo bonito que ya teníamos regrese con más fuerza, deberíamos aprovechar este tiempo de tregua para hacer un ejercicio de conciencia, en lo social y en lo personal. Puede que, después de todo, volvamos a ser las mismas ratas de siempre, como dijo el cineasta Santiago Segura hace algunas semanas, porque el ser humano es así y regresa sin remedio a sus mismas piedras. Aunque también quiero creer que esto que estamos viviendo, y que nunca hubiéramos sido capaces de imaginar, nos dejará al menos un par de buenas lecciones. Pero hasta que ese pequeño poso de un cambio a mejor no quede realmente arraigado, a mí no me dan tantas ganas de volver a la «normalidad».

 

Autor: Cristina CG

(De)formación periodista, me cubro y descubro según las circunstancias. Acumulo vivencias y archivo recuerdos. Tropiezo, caigo, escribo y me levanto. CRISTINA CG.

3 opiniones en “Yo no quiero volver a la «normalidad»”

  1. Me he quedado extasiada al leerte tan bonito,tan sincero y con esas palabras que tan bien sabes manejar.Para mi ha sido mi regalo de S.Jordi, éste año tan diferente y que siempre hemos disfrutado.Mama

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  2. Tu maquina de escribir “psicoanalítica”, te lleva a describir en esta ocasión, unas sensaciones y unos sentimientos, sorprendentes e inimaginables hace sólo tres semanas. Con tu estilo de narración tan fluida y viva como siempre, nos regalas a tus seguidores, un ejercicio de psicoanálisis valiente, sin contemplaciones, exhaustivo, y tal vez, a contracorriente de una mayoría de personas, que ni se plantea que el confinamiento tenga demasiadas ventajas, si es que tiene alguna. Más bien resulta indeseable y angustioso para la mayoría de la población. Es verdad que a la Tierra está contenta. Y los animales felices sin los humanos depredadores a su alrededor. Es verdad que las personas no deberíamos perder la oportunidad de aprender y salir de esta crisis siendo mejores personas. Eres una privilegiada sin duda, por la cantidad de “ventajas” y beneficios que identificas en esta situación. Otros muchos lo han pasado peor. Tú te haces eco de eso, aunque no has tenido pérdidas a tu alrededor. Tu reflexión, por eso mismo, es intelectual y personalmente honesta, y tan lúcida o más que siempre. Además de terapéutica. Y exigente. y buena literatura.

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