Mujeres, despertad. Reconoced vuestros derechos. ¿Cuándo dejaréis de estar ciegas? ¿Qué ventajas habéis obtenido de la Revolución?”
Olympe de Gouges, 1791.
Cada 8 de marzo suena con más fuerza el día de la mujer no sólo para reivindicar nuestro papel como mujeres en la sociedad sino para no olvidar los derechos adquiridos a lo largo de los años y seguir luchando por los que todavía nos faltan. Es por eso que, además de los acostumbrados actos previstos, hoy está convocada la primera huelga feminista de la historia en España. Y me parece muy bien que un día al año paremos. Que al menos un día al año pongamos de manifiesto mediante nuestra ausencia en las tareas habituales (laborales, sociales, domésticas) lo mucho que se nos necesita y lo lejos que estamos aún de que se nos valore por igual. Estoy muy de acuerdo con salir a la calle para manifestarnos por unos derechos que batallamos y recibimos a cuentagotas para que luego se nos diluyan por una pura y absurda cuestión de género. Sí, en el siglo XXI nosotras todavía tenemos que luchar contra ciertos estigmas para conseguir alcanzar la igualdad de trato, de respeto y de oportunidades.
Por eso hoy aprovecho la celebración del Día Internacional de la Mujer para reivindicar quizá a la figura más importante de la historia de este movimiento que a su vez es una gran desconocida para la mayoría. Olympe de Gouges (Francia, 1748 – 1793) fue la primera que se atrevió a proclamar públicamente que «la mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. Escribió numerosos panfletos en contra de temas tan controvertidos como la esclavitud, pidiendo su abolición. También habló del derecho al divorcio, del reconocimiento de los hijos naturales fuera del matrimonio (los llamados despectivamente «bastardos») y de la creación de centros de acogida para mujeres necesitadas. Reclamó igualdad en la aspiración a cargos de magistratura y de carácter público (hasta entonces prohibidos para ellas) alegando que «si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, también debe tener el derecho de subir a la tribuna». Fue la primera en hablar de sufragio universal en un momento en el que el voto estaba vetado a las mujeres por considerarlas «ciudadanas pasivas sin derecho a la participación en la vida pública».
Su texto Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1791) es uno de los primeros que hablan abiertamente de la emancipación femenina en sentido de igualdad y de la equiparación de la mujer al hombre en lo jurídico y en lo legal. Es el primer alegato feminista de la historia pero no sólo tiene valor como proclama en favor de la mujer sino también en la universalización de los derechos humanos. Sin embargo, este texto fue finalmente el detonante que la condenó a la guillotina mientras, paradójicamente, ella denunciaba la pena de muerte.
De Gouges fue una mujer valiente, atrevida y revolucionaria que sentó las bases de un movimiento que empezó a cobrar fuerza a lo largo del siglo XIX. Muchas mujeres vieron en ella un ejemplo a seguir y perdieron el miedo a luchar por sus derechos, algunas incluso dejándose la vida en ello (no olvidemos la muerte de 120 trabajadoras neoyorquinas en las manifestaciones del 8 de marzo de 1875), para ir sumando esfuerzos y conquistando victorias. Sin duda, una lucha de guerreras que continúa hasta hoy.
En los últimos meses asistimos a una importante corriente de denuncia social que tuvo como detonante el ‘caso Weinstein’ y que propició el nacimiento del famoso lema #MeToo extendido ya por muchos países del mundo. Porque no hace falta ser una actriz de Hollywood, una modelo de pasarela o una persona de relevancia pública para ser víctima del machismo. Son muchas las mujeres, somos muchas, las que en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido violentadas, ultrajadas, utilizadas, desprestigiadas, dominadas, poco valoradas o nada respetadas. Y lo que comenzó como una denuncia concreta ante un acto de acoso sexual se ha convertido ya en un levantamiento global que acoge a todas aquellas mujeres que no sólo nos solidarizamos con el «yo también» sino que sobre todo queremos gritar BASTA.
Basta de violencia de género y de feminicidios, no queremos ser ni una menos. Basta de tener que demostrar el doble para llegar a un mismo lugar. Basta de cobrar sueldos inferiores por un mismo trabajo. Basta de cargarnos con toda la responsabilidad en la educación de los hijos y en el cuidado de los mayores. Basta de sentirnos incómodas cuando nos ponemos una minifalda. Basta de tener temor a caminar solas de madrugada. Basta de tener que hacer malabares para conciliar familia y trabajo. Basta de ser el eslabón profesional sacrificable si pretendemos tener descendencia. Basta de criticarnos si no queremos ser madres. Basta de dar por hecho que queremos hacerlo. Basta de que otros decidan sobre nuestro cuerpo. Basta de vernos como unas fracasadas si estamos solteras o divorciadas. Basta de juzgarnos si disfrutamos sin vergüenza de nuestra sexualidad. Basta de clasificarnos entre putas y mojigatas. Basta de llevar todo el peso del hogar. Basta de querer vernos perfectas las 24 horas del día. Basta de ser reclamo sólo por nuestro físico. Basta de tratarnos como locas si alzamos la voz. Basta de reprocharnos un mal día porque estamos «en esos días». Basta ya de someternos a tantos juicios de valor.
Actualmente los medios de comunicación y las redes sociales nos facilitan mucho más la tarea de la visibilidad y por tanto de la reivindicación, así que aprovechemos las herramientas que tenemos para, tal como hicieron De Gouges y muchas otras guerreras en su momento, denunciar el abuso de poder, el acoso sexual, la violencia machista y el micromachismo cotidiano, la desigualdad en los salarios, el techo de cristal en las empresas, las dificultades en la conciliación familiar, las carencias en las ayudas sociales y el doble esfuerzo que generalmente tenemos que hacer para demostrar quiénes somos y lo que valemos. Porque no, éste no es es un problema exclusivo de las mujeres, es un problema que nos incumbe a todos. Tomemos al menos el día que nos ha concedido el calendario para evidenciar que sin nosotras se para el mundo. Pero no olviden que en nuestras vidas cada día es 8 de marzo.