La mujer adúltera (2)

7c8ff743780ba9ded956844deeaffb9fEsa noche cuando Tina regresa a casa los niños ya están bañados y se terminan la cena enfundados en sus pijamas. «Casi a punto de irse a dormir, menos mal», piensa Tina. Se acerca a su marido y le roza los labios en un beso casi al aire, mientras él continua atendiendo las demandas de sus hijos, batallando con el postre que ninguno de los dos quiere probar. Su madre apenas les hace una caricia en el cabello a cada uno y se pierde por el pasillo hasta su habitación. Deja el bolso encima de la cama, el abrigo en el perchero y los zapatos bajo la cómoda. Guarda la bolsa de deporte en un rincón de su armario, su marido nunca registra sus cosas pero prefiere reordenar la lencería usada cuando él no esté en casa.

Mientras se desviste escucha a los niños corretear por el pasillo, siempre la misma actividad después de cenar, como si les dieran cuerda justo antes de irse a dormir. Sonríe levemente y envolviéndose en su bata sale a buscarlos para intentar devolverles la calma de nuevo. El pequeño, de 4 años, se agarra a las piernas de su madre para protegerse de su hermano, que a los 6 sólo le interesa jugar a caballeros y ve en él un blanco fácil de derrotar. Tina intenta zanjar la improvisada batalla haciéndoles cosquillas mientras los guía hasta el sofá. «Un rato acurrucada con ellos me hará bien», piensa. Prefiere eso a tener que acurrucarse en los brazos del hombre al que acaba de engañar una vez más.

Pasa canales hasta que los niños se ponen de acuerdo en qué ver y se abrazan a su madre a la que, sin saberlo en realidad, algunas veces echan de menos. Es en estos momentos en los que Tina cierra los ojos y huele el dulce aroma de sus niños junto a ella, buscando sus mimos, cuando siente el arañazo más doloroso de su fingida realidad.

Cuando se da cuenta de que se ha adormilado en el sofá su marido ya se lleva al mayor en brazos a la cama. Tina apaga la televisión, y tras ir a besar a sus hijos deseándoles en silencio buenas noches, se mete en la ducha por tercera vez este día. Ajeno a todo, su marido prepara algo de pan con tomate y embutido para cenar sabiendo bien que su mujer los jueves, tras un largo día de guardias en el hospital, apenas prueba bocado cuando llega a casa. Mientras tanto, Tina se deja mecer por el agua hirviendo que le recorre la piel en un intento vano por deshacerse de cualquier aroma que no sea únicamente de ella. Pero por mucho que se frote, que se enjabone, que se inunde, nunca termina de sentirse despojada de la pasión que horas antes la envolvía. Y con ese recuerdo palpándole de nuevo las entrañas la ducha se convierte en un ritual eterno, la humedad que empaña la mampara es proporcional a la suya propia, y el vaho que cubre el espejo bien podría ser como el aliento de su amante mientras horas antes la embestía con rudeza.

Se envuelve en su albornoz y mientras rebusca en los cajones de su dormitorio un pijama limpio para ponerse, su marido se acerca preguntando si después de cenar quiere ver una película o… Tina está desnuda, de espaldas, vistiéndose ajena a su presencia. Él se queda en silencio observándola, tan esbelta, tan sensual, tan distante… Tiene ganas de abrazarla, de caer con ella en la cama riéndose de todo y por nada, de hacerse cosquillas como cuando la rutina aún no les había roto el amor. «La rutina, o lo que sea…», piensa él.

Para cuando Tina se da cuenta de que él la estaba observando ya no hay nadie en el umbral del dormitorio: su marido cena tranquilamente viendo las noticias, como de costumbre. Con aire cansado ella se sienta a su lado en el sofá y por fin le pregunta qué tal estuvo su día. «Mucho trabajo, como siempre», contesta él, parco en palabras. «Yo igual -responde ella- ya sabes cómo son los jueves». Él la abraza, atrayéndola hacia su cuerpo y besándole la frente, sabiendo muy bien que últimamente ese es el gesto más cómplice que pueden compartir. Perderse en una película sin mediar más palabras, callando los pensamientos y ocultando los sentimientos. Al fin y al cabo el triste conformismo les funciona, y ya hace tiempo que los dos saben bien cómo son los jueves.

 

 

 

 

Autor: Cristina CG

(De)formación periodista, me cubro y descubro según las circunstancias. Acumulo vivencias y archivo recuerdos. Tropiezo, caigo, escribo y me levanto. CRISTINA CG.

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